Me encontré una noche rodeada de gente que apenas conocía. Era una de esas noches cálidas, donde la suave brisa te hace sentir mejor; estaba rodeada de gente, si, pero me sentía totalmente sola, una inmensa tristeza invadía mi alma y la trataba de ocultar detrás de unas copas de más. Ya no quería pensar, existía por el sólo hecho de estar en esta tierra aunque en un instante, en un ínfimo segundo mi vida cobró sentido cuando mi cuerpo se reflejó en esos ojos que sin haberlos visto ya conocía. El tiempo se detuvo cuando te vi, se despejó la niebla y ahí estabas y así supe que ya no estaría más sola, que aún en un desierto te encontrarías en mi mente... y te amé, te entregué el corazón sin pensarlo, tuve una seguridad ante ti como nunca antes y como en un cuento comencé a ser feliz. Desde esa mágica noche donde me salvaste de morir aprendí lo que es vivir, a tu lado recobré todo lo que una vez perdí y te digo como tantas veces, gracias por estar ahí y por hacer que nada más duela... todo esto parecía un increíble sueño, pero afortunadamente no lo era.